por Patricia Gaviria
http://www.miamidiario.com/opinion/bienestar/depresion/energias/tristeza/patricia-gaviria/328650
El estado energético natural del ser humano es de frecuencias
positivas; allí donde nos sentimos vitales, alegres, tranquilos, creativos y
con una valiente disposición para enfrentar la vida. Un estado esencial que nos
conecta con las fuerzas del universo y nos brinda sentimientos y pensamientos
verdaderos.
Lastimosamente,
con frecuencia, nos vemos expuestos a condiciones que sacan nuestra energía de
su forma original, y bajan o deprimen su vibración en el sentido opuesto del espacio
energético: el de frecuencias negativas. Este proceso es completamente natural de
nuestra especie, como mecanismo de respuesta a los acontecimientos que forman
parte de la existencia.
Podemos decir que la Depresión es
una condición que ha formado parte del ser humano desde sus orígenes. En los
tiempos lejanos de la civilización Griega, ya los filósofos dirigían sus
mejores discursos a la “melancolía”. A través de la historia cantidades de
personajes han dado fin a sus vidas en momentos de desesperanza, otros vivieron
unas vidas turbulentas que llamaron existencialistas, y algunos son recordados
por haber muerto de tristeza, envueltos en grandes penas de amor.
Una mala
alimentación, poca actividad física, un contacto con el sol casi nulo, malos
hábitos respiratorios, contacto con clima frio extremo y, sobre todo, unas
costumbres sociales y de pensamiento distorsionado, son los factores principales para que nuestra energía se
vaya consumiendo. Es por esto que en sistemas
sociales modernos, con horas de trabajo excesivas, en donde la gente no alcanza
a alimentarse bien ni a recuperar su aliento, fácilmente se van desconectando
de la fuente de vida y perdiendo el verdadero sentido de la existencia; que en países que enfrentan estaciones de invierno fuerte,
sus habitantes bajen mucho su energía corporal y tiendan a manifestar cuadros depresivos;
que la mayoría de madres se suman en gran tristeza después de un largo trabajo
de parto que acaba con sus reservas energéticas; y qué los niños forzados a
pensar con conceptos morales errados comiencen a presentar comportamientos
lejanos de la verdadera naturaleza con que el universo les dio vida.
Debemos adquirir hábitos diarios que
empujen nuestras vibraciones energéticas de vuelta a su estado esencial de
frecuencia positiva. Aquellos que activen el cuerpo como alimentos naturales,
ejercicio rítmico, buena oxigenación e hidratación; que estimulen la mente como
juegos matemáticos, escritura, pintura, manualidades o radio-meditación; y que eleven el espíritu
como la auto-comunicación y el
recogimiento.
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