Sunday, September 28, 2014

* Borrando el "sello" de la Depresión


 
 
por Patricia Gaviria
Septiembre 2014

        Como es de agradable recordar esos momentos mágicos de la infancia, donde la alegría y la vitalidad eran parte normal de nuestra vida. Esos tiempos donde la imaginación fluía fácilmente y buscábamos los elementos más sencillos para estimular nuestro espíritu: saltar y correr detrás de una pelota por buscar el placer del movimiento; entonar una tonta canción, con todo los pulmones, para incentivar nuestro jubilo; perseguir una pequeña hormiga por el simple hecho de saciar nuestra curiosidad; y sentarnos a hablar con nosotros mismos, con la tranquilidad de expresar nuestros pensamientos y sentimientos, sin preocuparnos de ser valorados por los demás.
 
          Lastimosamente, para muchísimas personas eso ha quedado en la historia. Y es que se nos enseña que para mostrar madurez debemos adoptar comportamientos nuevos, más serios, que sean dignos de un verdadero adulto; pues, ya no existe tiempo para las “tonterías” infantiles. Excitados nos colocamos la nueva armadura, y con valentía salimos a enfrentar los nacientes retos y responsabilidades. ¡Estamos seguros de que todo estará bien! Pero, generalmente, los hechos se presentan diferentes: nuestros cuerpos van perdiendo vitalidad, los pensamientos y emociones van pasando de positivo a negativo y la seguridad comienza a deteriorarse. Pareciera que ya la risa se produce forzada, que la creatividad no recorre nuestro cerebro, y que la fe en un digno sentido de la existencia, se va esfumando poco a poco. Que entre más forzamos a los demás para que nos escuchen y valoren, más rápido nos encontramos solos e ignorados.
 
            Confundidos con este panorama, ajeno a lo anteriormente vivido, comenzamos a buscar ayuda externa.
 
           Algunos campos nos dicen que estamos enfermos, igual que millones de personas alrededor del mundo, que nuestros cuerpos están estropeados y que la única manera de controlarlo es tomando medicamentos; se nos coloca un sello de “depresivos”. Otros campos, a través de terapias, retoman todos los hechos conflictivos que hayamos vivido, y tratan de encontrar algún “culpable” de nuestra confusión. Determinadas filosofías, nos convencen que éste es el destino del ser humano, que Dios nos manda castigos para poder aprender y evolucionar; y otras declaran que inevitablemente debemos enfrentar los “karmas” adquiridos en vidas pasadas.
     Cada una de estas disciplinas, desde su punto de vista, está haciendo lo mejor que puede para colaborar con la situación, y en muchos casos son efectivas; sin embargo, cuando no se generan soluciones permanentes, debemos, entonces, adoptar una posición diferente. Extender una hoja de papel en blanco, lista para ser impresa con una nueva imagen… una imagen más nítida y refrescante, con ideas que nos permitan entender nuestra naturaleza de un modo más práctico.

      Empecemos por convencernos que, como todo lo que existe, somos “energía” y debemos tratarnos como tal. En la gran escala o espectro universal, se nos asigna una frecuencia de vibración individual; lo que nos convierte en seres únicos y especiales, con una conexión única y especial con el resto del universo. De hecho, estamos conformados por tres corrientes energéticas -física, mental y espiritual- que aunque coexisten, son independientes y nos brindan condiciones especificas para nuestro desarrollo. La corriente física o material es la que da vida al cuerpo y permite percibir las sensaciones que nos conectan con nuestro entorno. La corriente mental, le brinda al cerebro la materia prima para producir nuestros propios conceptos acerca del mundo físico; además, de ser la generadora de las emociones. Y la corriente espiritual, nos trae información mucho más compleja que la producida por la corriente mental, permitiéndonos experimentar raciocinios y emociones mucho más altruistas.  
 
            Ahora bien, cada una de estas corrientes debe mantener una frecuencia vibratoria determinada para que sus funciones se desempeñen apropiadamente; como un aparato de radio, cuando está en la frecuencia exacta, recibe toda la información de las emisoras en una forma limpia y clara. Igual, cuando nuestras corrientes energéticas están en sintonía, nuestro cuerpo se mantiene sano y vital, nuestra mente maneja la lógica y la concentración, nuestras emociones se mantienen en positivo, y nuestro espíritu logra la conexión con la sabiduría creadora.
         Pero, si por circunstancias diversas, las corrientes se de-sintonizan, entramos en un campo de estática y ruido, que va distorsionando dicha información. Nuestro cuerpo se va desprogramando; los sentidos se van entorpeciendo; el ritmo del corazón varía, la sangre, los fluidos y hormonas van mermando su volumen; nos sentimos pesados y en general la salud se deteriora. Mentalmente, vamos perdiendo el entendimiento lógico -lo que nos lleva a tomar decisiones erróneas en nuestro diario vivir;  la memoria y concentración empiezan a fallar, y, en consecuencia, las emociones se van distorsionando. Por supuesto, cuando el cuerpo y la mente están tan salidos de su punto óptimo de frecuencia, la corriente espiritual no logra trabajar en nuestro cerebro; nos sentimos, entonces, perdidos y sin esperanzas, desconectados de la fuente de vida que inyecta la fuerza y el entendimiento para seguir viviendo.
 
 
           ¿Cómo podemos mantener nuestras tres corrientes en sintonización?
 
          La respuesta es bastante simple: debemos crear hábitos con actividades sencillas y naturales, que el mismo universo nos ha puesto en frente desde el principio de los tiempos, y son las únicas capaces de estimular nuestra energía en una manera apropiada que nos lleve de vuelta al estado original de armonía y equilibrio. Nuestro cuerpo, se debe estimular principalmente con ejercicios rítmicos y suaves (preferiblemente danza y natación); se debe exponer -con frecuencia y moderación-  a elementos que activan la energía, como el sol, agua, naturaleza y una combinación apropiada de alimentos naturales. Nuestra mente debe estar expuesta, rutinariamente, a procesos lógicos, donde se efectúen pasos progresivos que originan un resultado integral; por ejemplo, actividades matemáticas, rompecabezas, pintura, escritura, música, manualidades o métodos como la Radio-meditación (la cual reprograma el cerebro con vibraciones positivas) para que las emociones se produzcan en positivo. Finalmente, cuando el cuerpo y la mente estén en línea, podemos brindarle a nuestro espíritu las condiciones propicias para su desarrollo, con prácticas de recogimiento y auto-comunicación.
 
         Si nos convenciéramos del gran poder que tienen Dios y el universo, no solo para mostrarnos qué aspectos están fallando en nuestras vidas, sino también para colocarnos en el camino adecuado de nuestro verdadero destino; no dudaríamos en retomar las pequeñas “tonterías” que hacíamos de niños y en dejar fluir libremente la pasión de vivir que viene aferrada a nuestra esencia desde el día de nuestro nacimiento.
 
 
Patricia Gaviria
Autora, Conferencista & Promotora de Crecimiento Personal
Fundadora del movimiento Moviendo Energías
Acreditada por Experiencias de Vida

* Un Pintor del Alma: Julián Clavijo Soto


por Patricia Gaviria
May 2013 / Boca Raton, Florida, USA
 
         Esta mañana abrí un mensaje en mi computador y encontré un retrato grande de un niño.  Al principio pensé que era una fotografía, pero, al mirar detenidamente, reconocí que era una pintura.  Después de observar por un par de minutos más, capté que era un trabajo realista, una cara entera de un muchacho quizás de ocho o nueve años de edad, en suaves tonos grises, elaborado con una técnica de acrílico y aceite, proporciones perfectas y líneas firmes, con sombras y luces en los lugares correctos.
        El artista: un joven Colombiano, residente en Australia, llamado Julián Clavijo Soto; el nombre de la obra: Siria. ¡Wahoo!  ¡Que trabajo tan hermoso! - pensé. 
 
       Luego, al prestar un poco más de atención, percibí que había algo más. Había un chiquillo con ojos enormes que reflejaban una imagen en frente de él… una imagen que parece chocar bruscamente contra su mente joven… una realidad cruel que produce miedo expresado en la lágrima que rueda por su mejilla. Más, sin embargo, la verdadera naturaleza de la niñez, la divina energía que vive dentro de cada niño y gesta el instinto de permanecer vivo, le da la fuerza para crear una sonrisa fina y grande que contrasta con sus asombrados ojos. Él se reúsa a aceptar el mundo circundante y su mecanismo de defensa es la alegría. ¡Wahoo! Ésta es más que una pintura, ésta es una descripción del alma – me dije a mí misma.
 
      Como autora del libro “Volver a Ser Feliz… Venciendo la Depresión con el Cuerpo, la Mente y el Espíritu” y siendo promotora del crecimiento personal, yo, conozco muy bien la importancia que el arte tiene para los seres humanos al buscar sentirse bien mental y emocionalmente. Pero el arte tiene que tener ciertas condiciones, debe poner a la gente en pleno contacto con las emociones y abrir un diálogo entre el creador y el espectador; si éste no es el caso, el arte pierde todo el poder de elevar nuestra alma. Julián Clavijo Soto es un artista genuino, que no importa el medio que utilice  -pintura, diseño gráfico, arte público o escultura-, él siempre va más allá de la superficie y toca el corazón de los espectadores.
       ¡Julián Clavijo no es solamente un pintor… Julián Clavijo  Soto es un pintor del alma!

para más información acerca del artísita www.julianclavijo.com